Solo ven manchas sobre el mar
Que no son oro
Suponen una carga
Deben compartir el mismo aire
Bañarse con el mismo agua
Nutrirse de las mismas plantas
Mojar saliva en el mismo idioma
Sus cuerpos no les sirven
Sus venas
no tienen petróleo
Hay que alimentarlos
Son bestias
Con estómagos cargados de mala hierba
Que se suben a plásticos que a veces flotan
Y a veces llegan
Y otras, colapsan.
Así comienza un poema de Sana el Mokaddim, una joven de 23 años de origen marroquí graduada en Diseño y Gestión de moda que, mientras continúa con sus estudios de master, utiliza la poesía para expresar unos pensamientos con gran carga social y política.
“Mi trabajo es una crítica interna porque al final formo parte de una cultura donde está muy presente el patriarcado disfrazado de religión. Aquí hay mucho de lo que hablar”. Sana es consciente de que su poesía irrita a muchos pero es que eso es precisamente lo que quiere.
Crítica no le falta. “Por ejemplo, que en mis versos le diga a un hombrecito árabe tanto residente en España como en un país árabomusulmán que se dediquen a [rezar] mientras sus bismillah saben a tabaco no le hace ni gracia pero es una realidad. Un hombre fuma aun siendo pecado tanto para hombres como para mujeres”.
“Mi trabajo es una crítica interna porque al final formo parte de una cultura donde está muy presente el patriarcado disfrazado de religión”
La experiencia personal ha marcado la poesía de Sana en muchos aspectos. Desde su relación con su comunidad a su proceso de adaptación a un nuevo entorno y los obstáculos que sigue encontrando cada día.
“No podemos decir que los migrantes en España tengamos las mismas condiciones que cualquier otro español”, dice. Tras comenzar a escribir poesía se dio cuenta de que no tenía sentido tratar temas lejanos a su realidad. Y lo cierto es que a Sana no le gusta demasiado hablar sobre, por ejemplo, su experiencia cuando era víctima de bullying “por ser mora” pero parece que ha encontrado un potente medio por donde canalizar todo lo que lleva dentro. “En vez de traumatizarme, utilicé esa experiencia para hacerme más fuerte”. Sin embargo, no todos los migrantes en situaciones como las de Sana son capaces de reaccionar de esa manera.
César trabaja en el proyecto Desactiva de la fundación CEPAIM, que entre otras muchas iniciativas, incluye jornadas de concienciación antirracista en colegios e institutos de múltiples regiones de España. “Con muchos de los chavales encontramos un discurso más elaborado de lo que te imaginas –ahí están los prejuicios con la juventud –, y otros que estoy convencido de que han sufrido alguna de estas situaciones y no son conscientes o no abren la boca”, dice mientras se encoge de hombros y su gorro de colores se agita de un lado a otro antes de volver a su sitio.
“Gran parte del acoso escolar tiene connotaciones racistas” pero estas situaciones no se limitan a espacios educativos. Como dice César, “el racismo va ligado a tener acceso a un alquiler, a un puesto de trabajo, a que te paren en las estaciones de metro, lo encuentras en espacios comunes, en ese comentario de un profesor o profesora a un chico dominicano, gitano o marroquí”… Sana necesitaba dinero para pagarse los estudios, que son especialmente caros en el mundo de la moda, pero no consiguió su primer trabajo hasta los 22 años porque, asegura, el hecho de llevar el hijab es un problema para muchos y le ha costado mucho encontrar un puesto de trabajo donde le permitieran llevar el velo durante la jornada. “Cuando mandas el currículum con foto ni te llaman. Cuando lo mandas sin foto te piden que les mandes un vídeo de presentación y luego ya ni te contestan”.
Para Sana, la discriminación que vive en España no está tan relacionada con su lugar de procedencia sino con su religión. “Mi hermana se quitó el hijab y la contrataron inmediatamente. Parece que para ser aceptado tienes que ir con el pelo descubierto, fumar, beber y salir de fiesta. Así ya eres considerado uno más”.
“La gente por lo general no entiende que en islam, la mujer, como norma, se cubre la cabeza, las piernas y los brazos igual que los hombres tienen su código de vestimenta”. Esto parece algo imposible de comprender y son continuos los comentarios sobre su ropa.
“Gran parte del acoso escolar tiene connotaciones racistas”
“Podemos fingir que somos lo más abiertos de mente posible, que es lo que le pasa a la sociedad española, pero no es así. Hay muy pocas personas que te respetan tal y como eres”, añade.
Finalmente, Sana ha optado por llevar al trabajo una camiseta de manga corta, talla XXL de hombre para dejar de escuchar “es que te vas a morir de calor”. “Pero por otro lado te encuentras con la imagen que tú le transmites a tu comunidad, que acude como cliente a tu tienda. Así que voy a centrarme en mí y dejar de prestar atención a aquellos que me critican en la cara pero también a la gente de mi comunidad que probablemente me juzgue por dentro”, dice Sana.
Es común escuchar frases como “es que no hacen por integrarse”, haciendo especial referencia al hijab. “¿A qué no se integran?”, dice César, “¿a la cañita, a la siesta, a ole y viva la fiesta? ¿qué vayan a misa, que vayan a los toros, que bailen flamenco…? ¡No! Pues es que es de Marruecos, chino, de Bolivia, no de Toledo ni de Sevilla. Estas personas vienen con su mochila también y todos tendrán un poquito de aquí y de allá”.
Las mandarinas están secas
Con ellas perfumo el cuerpo de galgo apaleado
Tras comer del plato lleno de sobras
Mantengo las semillas en el cuero cabelludo
Dejando que mis brazos duelan
Ella va cortando a cachos el corazón de vaca
y lo saltea en aceite hirviendo
me obliga a limpiar las tripas del erizo y remojarlos en vinagre.
Hoy
Me toca fingir que ésta es nuestra casa
E imitando la sonrisa les observo
Enjuaga gozoso su boca con agua de azahar
Sin que se le quite el olor a pipa y ajo
El shaytan se sienta con nosotros en la mesa
Y aun pronunciando el bismillah me atraganto
Humedezco la saliva con el jugo de granada
Intentando quitar el sabor a oxido de mi boca
Me toca el haba en el roscón de reyes antes de rezar salat lmagrab
El nasheed de fondo en el salón
Hablan de dios y sus mandatos
Sirvo zemeta en siete platos sin cucharas
Llaman a la puerta
La policía nos pregunta si ésta es nuestra casa.
- Sana el Mokaddim -
“Llevo 6 años viviendo en el mismo piso y cuando me encuentro a los vecinos y les doy los buenos días bajan la cabeza y responden para sus adentros. Todavía se me quedan mirando raro como si pensaran que les voy a robar”.
“Hay que generar espacios de encuentro. Muchos de ellos creados por estas comunidades migrantes. ¿Has ido al espacio de tu barrio? No. Pues entonces… ¿Le das los buenos días o buenas tardes a esa persona? No. Hay que recordar que esa persona, de Pakistán o donde sea, no habla el idioma de tu país, aparte de tener otra forma de relacionarse”. César llama a la empatía para romper con esa idea de integración. “¿A qué llamamos ‘integrarse’?”.
“Llevo 6 años viviendo en el mismo piso y todavía se me quedan mirando raro como si pensaran que les voy a robar”
El pasado 22 de julio fue el Día Europeo de las Víctimas de Delitos de Odio y Natalia Monje, comunicadora de Ecos do Sur, es invitada a Diálogos Que Desactivan, el programa de radio de Desactiva que lleva César, esta vez dedicado a los discursos de odio. ¿Qué es el odio? se pregunta Julia, la locutora. “Un discurso de odio es aquel dirigido contra persona por su pertenencia real o percibida a colectivos que históricamente han visto vulnerados sus derechos”, dice Monje. “Se entiende que, al ser atacados estos colectivos que no están en una situación de privilegio en nuestra sociedad, estos discursos pueden ser un ataque contra la democracia, la igualdad, contra los principios de igualdad de oportunidades, y por lo tanto, contra la convivencia”.
La fundación CEPAIM depende en gran medida de la financiación del Estado. "Estamos a expensas de gobiernos que van y gobiernos que vienen. Este tema está muy politizado pero deberíamos copiar a nuestros vecinos europeos de los que tanto se habla, donde hay cosas que son de consenso común y no se cuestionan", sentencia César.
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